domingo, 17 de agosto de 2008

Mujer, qué grande es tu fe.

Mat 15:21 Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón.
Mat 15:22 En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.»
Mat 15:23 Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.»
Mat 15:24 Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»
Mat 15:25 Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!»
Mat 15:26 El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.»
Mat 15:27 «Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.»
Mat 15:28 Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.